Legalizar Las Drogas? Cuarta parte (IV)

Por: Rafael Peña
Quien conoció a Sergio Pérez, sabe que este ejemplar Baitoero desciende de una familia cuyo padre, Bartolo Pérez, fue un éxitoso hombre de negocios que como tal, proveyó siempre lo necesario para que sus hijos crecieran con todas sus necesidades cubiertas. Tuve el honor de ser amigo de Sergio desde la niñez hasta que el comenzó a estudiar en un colegio seminario, si mal no recuerdo en el Santo Cerro, La Vega. Luego, nos reencontramos en Nueva York a finales de la década del 60, cuando en realidad empezó entre nosotros el desarrollo de una limpia y profunda amistad, interrumpida solo por su inesperada muerte, hace unos anos. De una gran inteligencia y una filosofía de la vida ampliamente definida en la vocación de servicio, conquisto mis simpatías a tal grado de que entre nosotros, lo llamaba mi líder, aunque le aclaraba que mi líder social sería eternamente Neno Pineda. Residiendo los dos en Santiago, se hizo una rutina que nos reuniéramos con frecuencia para al igual como yo hacía con mamá y papá, analizar los acontecimientos del mundo en especial, claro los de la Rep. Dom. Transcurrían los años de mediado de la década del 80, días en que ya había yo calculado cual sería el futuro de las drogas. Se tiene que deducir que siendo nosotros grandes amigos, el tenía que saber en que criterios se fundamentaba mi teoría de que el destino de las drogas sería su legalización. Como este tema se producía casi automáticamente, puesto que como todavía hoy lo es, era el punto central de los problemas de la humanidad, no era tarea fácil para mi profundizar en los detalles, ya que al llegar a señalar los núcleos sociales que se benefician de la ilegalidad de las drogas, podría yo, aunque sin quererlo, lastimar los sentimientos de un verdadero hermano, a quién no deseaba ofender tan siquiera rozándolo con el pétalo de una rosa. Naturalmente, el dilema era que yo tenía que elegir entre no profundizar con el tema, sacrificando mi convicción sobre las drogas o asumir con responsabilidad el reto de llegar hasta el fondo del asunto y tomarme el riesgo de ser malinterpretado por mi amigo que quizás razonara algo que jamás pudo pasar por mi mente. Dios me iluminó para planificar algo que dejara todo claro en el más lógico sentido. Sergio acostumbraba comunicarse conmigo por teléfono para dejarme saber cuando iría a mi casa, que era el lugar donde más nos reuníamos. Mi plan consistió en inducirlo a que me hiciera una pregunta que neutralizara la tensión que siempre estaría presente en mí, de no producirse. Siempre me cuide de que no sospechara de mi estrategia. Cada vez que yo sabía que nos reuniríamos, tomaba lápiz y papel y escribía algo que indicara que yo esperaba que el me hiciera esa pregunta y por lo tanto estaba preparado para responderla. Debí esperar unas cuantas ocasiones para que se diera la oportunidad de que se produjese la esperada pregunta. Por fin, cuando llegó el momento, claro que yo estaba listo para ejecutar mi papel. El me dijo: Compadre [así nos decíamos] si usted fuera un hombre ligado a los negocios que haría usted en situación como esta? Entonces le mostré el papel donde le probaba que yo esperaba la pregunta y le dije ahora mismo le doy respuesta y se la dí enseguida. Pero mi respuesta a el se la diré a ustedes en la próxima entrega. Así es que hasta pronto, si Dios quiere.

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