CUANDO SEA PRESIDENTE II.

Por: Rafael Peña
Para que tengamos una clara idea de lo importante que resulta el hecho de que el gobierno tenga control absoluto de los dólares que entren al país, ilustraremos con unos cuantos ejemplos básicos que no dejan la más mínima duda en el sentido de la limpieza de propósitos que nos impulsa al poner en práctica dicha medida. Ya sabemos que los dominicanos no usamos el dólar como dinero en nuestro país. Entonces, no tiene lógica que esa valiosa moneda circule libremente en el territorio dominicano, afectando su comercialización de forma negativa a la gran mayoría, mientras que solo beneficia a un muy reducido sector de la sociedad. Ahora bien, en la misma medida en que no utilizamos el dólar para comprar entre nosotros, todo lo contrario sucede, cuando lo hacemos en el exterior. Fijémoslo en la enorme cantidad, por ejemplo, de vehículos de motor que transitan por las carreteras y calles de la Rep. Dominicana. Para que cada uno de esos aparatos fuera traído al país, fue necesario tener dólares, ya que al no ser producidos aquí, quienes nos los vendieron no aceptan pesos, que es nuestra moneda oficial. En este punto solo resta decir que todos los artículos que usamos pero que no producimos, entran en la misma condición de los vehículos. En mi gobierno, eso hay que cambiarlo. Pero en

el proceso se requiere de mucha comprensión y patriotismo. Pongamos este ejemplo: Nuestro Nelo Rodríguez organiza un viaje de placer a su amado país, y junto a su familia. Al llegar a tierra dominicana, Nelo tiene la obligación de entregar los dólares que traen, y el gobierno, en cambio, pone en sus manos la cantidad de pesos correspondiente a como este establecido por ley. Si cuando esta familia termina de vacacionar, todavía tiene en su poder pesos que no necesitó gastar, entonces el gobierno les vende los dólares que dichos pesos puedan comprar, al mismo precio que cuando se los vendió al gobierno. Con la implantación de esta formula, en poco tiempo veremos los grandes beneficios que obtendremos. Y como somos un gobierno poderoso, donde Jesucristo es quien manda, nuestros enemigos no nos intimidan. A ellos les tocaremos cada vez que sea necesario, el pimentoso merengue de Juan Luis Guerra: Las Avispas.

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